¿Te ha pasado? Llegas, cambias un par de cables, reseteas algo, y ¡bam! Todo funciona. Y ahí viene: «¿En serio me vas a cobrar por eso?» Como si hubieras hecho magia en dos segundos., ¿acaso el mago te cobra solo por sacar el conejo del sombrero? ¡No! Te cobra por años practicando para que parezca fácil.
Es como mi amigo Paco, el mecánico. El otro día, un cliente le reclamó por cambiarle una bujía. «¡Pero si solo es un tornillo!» Paco le contestó: «Sí, pero saber cuál tornillo, dónde está, y cómo cambiarlo sin estropear nada, eso me llevó años.»
Y tiene toda la razón. ¿Sabes cuántas veces me equivoqué antes de poder instalar una impresora con los ojos cerrados? Demasiadas. Esas noches googleando errores, esos cursos que pagué, esa vez que casi tiro una laptop por la ventana… Todo eso está detrás de ese «simple clic» que hago ahora.
No es solo «enchufar y listo». Es saber que si lo hago mal, tu red se cae, tus documentos no salen, y terminas más frustrado que en fila del banco un viernes. Mi trabajo es que nunca llegues a ese punto.
Y no hablemos de las herramientas. Mi maletín no se llenó solo. Cada cosa ahí es una historia de «me hubiera servido tener esto aquella vez». Es inversión. Como el taxi para llegar a tu casa, o ese curso online que tomé el mes pasado porque Windows decidió cambiar todo de nuevo.
Valoro lo que hago, piensa que cuando me llamas, no compras solo 15 minutos de mi tiempo.. Compras soluciones, inviertes para mejorar las cosas en tu negocio. Compras no tener que pasar tu sábado maldiciendo a la tecnología.
Así que la próxima vez que alguien te diga «¿por eso vas a cobrar?» piensa que lo que haces vale. No por lo complejo que se ve, sino por lo simple que lo hacemos parecer. Y eso, mi gente, no tiene precio… pero sí una tarifa justa. 😉